Thursday 28 May 2009

El Benedetti de aquellas cuarenta novelas

Por Belkis Cuza-Malé, Texas

Ha muerto en estos días a los 88 años el escritor y poeta uruguayo Mario Benedetti. No voy a a hablar aquí de su obra, sino de su persona. Su obra no me interesa para nada. Su poesía tiene el aire de su vocación juvenil, la del perfecto oficinista, es decir, la antítesis de lo que pensamos ha de ser un poeta. Cuando lo conocí en 1966, había publicado ya algunos de esos libros que concibió detrás de un buró. Pero no era nadie todavia.

Benedetti llegó a Cuba como miembro del jurado de novelas en el Premio Casa de las Americas de 1966, si no me equivoco. Uno de los tantos escritores que pululaban en los círculos literarios de Montevideo, que había arribado tarde, como él mismo diría luego, a la generación del 45.

No me gusta hablar mal de nadie, y menos de un muerto. Pero quiero analizar
aquí [pinche sobre el adverbio para acceder al blog de Belkis.] el caso de Mario Benedetti, un escritor a sueldo, no me cabe dudas, del gobierno cubano, a quien como a muchos de los latinoamericanos que hoy leemos, la Revolución les mató el hambre y les dio fama y fortuna, a cambio de comprar voceros oficiales, o por lo menos, su silencio.

[Director Ricardo Casas. Documental hagiográfico que, sin proponérselo, retrata a Benedetti en cuerpo y alma. Basta con darles un segundo pensamiento a sus recuentos y la letra de sus poemas para convencerse de la veracidad del testimonio de Belkis: único ser humano de que se tenga noticia que haya aprendido a leer y escribir por sí sólo antes de la primaria; no menos fantástica la lucidez generacional de esos colegiales respecto a los adultos alelados por la aparición del dirigible; embaraja mal el dato sobre su formación fascista; miente igual al recordar sus expectativas previas (y las del país y Sudamérica en general) a la voladura (por su captán) del acorazado de bolsillo alemán Graf Spee en 1939 frente la costa uruguaya; y la racionalización de sus vínculos con el Frente Amplio y el castrismo tampoco tiene desperdicios. De ponerle la tapa al pomo de embustes se encargan los ditirambos de intelectuales de capilla como Saramago, Galiano, etc. Para todo el tome la debida distancia crítica, el filme de Casas clasifica alto en el bufo político riplatense.]



El hotel Habana Riviera, donde estaba alojado entonces, le resultó un paraíso, según me contó, agobiado por su vida de burócrata en el Uruguay de entonces, todavía sin Montoneros a la vista. Unas vacaciones muy bien pagadas, que incluían visita a Varadero y más. Pero en el caso de Benedetti, el viaje representó un espléndido contrato, de modo que esta primera visita fue el comienzo de una larga colaboración entre él y la Casa de las Américas, es decir, entre la Revolución y el hombre de los poemas de oficinista.

¿Cómo se empató con esa profesión doble de escritor y funcionario de la Casa de las Américas? Es algo que no sabemos, pero lo cierto fue que a los pocos meses regresó en compañía de su esposa, una señora larga y delgada, con cara y estampa de la mujer de Popeye, a quien Heberto Padilla y yo fuimos a visitar a sus habitaciones del Hotel Nacional, donde residía, mientras esperaba que los mudasen para una mansión en Miramar.

Supongo que sus vínculos con la Casa de las Américas venían de atrás, auspiciados por la izquierda antiamericana, que entonces asolaba los periódicos y revistas de todo el continente. Ya estaba el teatrista guatemalteco Manuel Galich de subdirector de La Casa de las Américas, y Cuba era el sueño de cada aspirante a literato o artista. Pronto vimos cómo uruguayos y argentinos inundaban la escena habanera.

Palabras verdaderas II


En el caso de Benedetti, como en el de muchos otros que llegaron a ocupar cargos importantes dentro de los departamentos culturales en Cuba, cierta secreta militancia política debió haber influido grandemente en el logro de esas posiciones. La invasión de latinoamericanos diletantes que llegaban a Cuba y plantaban su tienda alegando ser ya figuras reconocidas en el ambiente cultural de sus países, fue grande y significativa. No todos eran iguales, quiero aclarar, no todos eran farsantes. Pero todos soñaban con la gloria y el apoyo de la Revolución cubana, y con convertirse en profesionales de sus respectivas vocaciones.

Recuerdo a varios de ellos, que en su país se dedicaban a la venta a domicilio de sábanas, y a otros, como Francisco Urondo, el poeta argentino, muerto luego durante su etapa de guerrillero urbano. Urondo era buen poeta, y hombre sencillo, tengo que admitirlo, y se apareció en La Habana sin disimular su pobreza. Rodolfo Walsh, en cambio, también muerto por los militares argentinos, provenía ya del periodismo profesional en su país, y estaba dotado para la oratoria marxistoide, pues a él también lo conocí.

Palabras verdaderas (III)


De su mundo oficinezco estaba ya cansado Mario Benedetti cuando lo entrevisté para la sección cultural del periódico Granma, donde yo trabajaba entonces. Me parece estar viéndolo aún frente a mí, con aquella expresión tan uruguaya, gritando: "!!Son cuarenta novelas!!" Y así se tituló la entrevista. No sé si se las leería o no, y tampoco recuerdo al ganador --da igual--, pero aquellas cuarenta novelas no iban a representar un sacrificio muy grande para un hombre que regresaría pronto a la Isla convertido en un importante funcionario de La Casa de las Américas.

Luego, años después, lo encontramos en Madrid, en un evento literario, donde él participaba, y por supuesto, nos viró la cara y no se atrevió a saludarnos. Para entonces ya había sido aupado y pagado por Cuba, y no necesitaba vivir en la Isla, sino aparentar ser un escritor independiente, de éxito, con libros publicados, películas, canciones y más. Camuflajeado de poeta de la sencillez y el amor, de representante cultural del hombre de a pie, logró colarse en todas partes, apoyar los horrores contra los escritores y artistas cubanos, y proclamar a los cuatro vientos su incondicionalidad a un sistema que había extirpado las libertades elementales al pueblo cubano y que lo mantenía en la miseria.

Terra 11-08-2006. Bendetti: En cuanto a la personalidad del propio Fidel, debo consignar que estuve varias veces con él y pude apreciar la sencillez de sus planteos, un inesperado y excelente nivel cultural, la franqueza de que hacía gala ante nuestras objeciones y su infranqueable voluntad de defender y mejorar el nivel de su pueblo.

Los datos, fácilmente comprobables, de que en la isla virtualmente no existen analfabetos (pude ver a octogenarios que asistían a clases de enseñanza primaria), que la atención a la salud es gratuita y del mejor nivel (de mi propio país viajan constantemente enfermos de cataratas y hasta de ceguera, que son atendidos gratuitamente y regresan totalmente recuperados), no deben olvidarse a la hora de juzgar su trayectoria. En esta ocasión de sus bien ganados ochenta, es bueno que le regalemos nuestro sincero reconocimiento.

Palabras verdaderas (IV)

A Mario Benedetti no le habrán oido jamás un juicio inteligente sobre los cubanos, ni siquiera cuando su amiga Haydée Santamaría [directora de La Casa de las Américas] se pegó un tiro en el 80. De él nunca habrán oido un llamado a la libertad de los presos políticos que Castro mantiene en las cárceles. Vivió lo suficiente para ser testigo de la larga tragedia de los cubanos, pero nunca abrió su boca más que para referirse al exilio en términos peyorativos, y para halagar al tirano. Por supuesto que no iba a denunciar a los que lo habían ensalzado a la cumbre. Descanse en paz, si puede, el alma de Mario Benedetti. No creo que su obra le sobreviva.


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Cara de ratón asustadizo y de oportunista miserable

Reinaldo García Ramos, Miami Beach

[Reinaldo García Ramos: (Cienfuegos, 1944) Poeta, ensayista, crítico de literatura y medios audiovisuales, se licenció en Lenguas y Lietartura Francesa por la Universidad de La Habana en 1978. Integrante del proscripto grupo literario "El Puente" (1962-1964) junto con José Mario y Ana María Simo, en fue objeto de censura y difamación hasta que emigró por el puerto del Mariel en 198o. Traductor y editor de Naciones Unidas entre 1980 y 2001. Miembro del Consejo de Dirección de la revista Mariel de 1983 a1985). Reside actualmente en Miami Beach, donde edita la revista de poesía
Decir del Agua. Poemarios: Acta, 1962, El buen peligro (1987), Caverna fiel (1993), En la llanura (2001), Únicas ofrendas, cinco poemas (2004) y El ánimo animal (2008).

Inserto su comentario no sólo porque, como el post de Belkis, posee valor testimonial: se da la circunstancia de que nuestras trayectorias se cruzan en la Escuela de Lenguas Modernas y de que, muy probablemente, el Abicú ocupara su vacante en Arte y Literatura a raíz del éxodo del Mariel. Foto de arriba: homenaje a Benedetti en La Casa de las Américas. De izq. a der.: Nancy Morejón, Roberto Fernández Retamar y Pablo Armando Fernández.]


Gracias de todo corazón, Belkis. Tu artículo sobre Benedetti es el único de los que he leído en estos días en que alguien le llama al pan pan y al vino vino. Es muy cierto y digno lo que dices, y te felicito por decirlo con ese lenguaje tan acertado, tan pleno (el penúltimo párrafo es magistral). Yo conocí de cerca ese personaje siniestro, y te doy la razón en todo lo que dices.

Palabras verdaderas (V)

Como sabes, yo trabajé con Mario en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas en el año 68. Me recomendó Retamar, que había sido mi profesor, y él creo que me aceptó de mala gana. Allí no sólo conocí a Luz, la mujer de Mario (que, por cierto, no era tan fanática ni vil como el marido, pero algo tonta), sino además el resto de la "fauna" de la Casa, tan particular (entre ellos Pedro Simón, que luego contrajo raras nupcias con Alicia Alonso).

Allí me pusieron a rellenar fichas sobre soporíferos artículos acerca de los mitos literarios de la izquierda latinoamericana, y eso culminó en un tedioso volumen de recopilación de textos sobre Juan Carlos Onetti (uno de los escritores más aburridos e inútiles del cono sur) que Benedetti había concebido y que él mismo dirigió de muy cerca y aprobó (yo prácticamente me limité a seguir sus instrucciones al preparar ese mamotreto, que se publicó en esos meses con mi nombre como editor o algo así). Pero todo lo que aparece en ese libro lo decidió Mario, que era un tipo tosco y autoritario (bajo una capita muy tenue de mediocre de salón).

¿Sabías que su primaria y secundaria la pasó en un colegio alemán (post-nazi) de Montevideo? Era un tipo sin alma, me parece, y estoy de acuerdo contigo en que su literatura no es más que un conjunto de mediatizadas boberías y veleidades izquierdosas elucubradas por un cerebro sin vuelo, sin imaginación y sin grandeza. Se mostró mezquino con muchas gentes, y posiblemente le mostró a Heberto una amistad que era medularmente deshonesta.

Palabras verdaderas (VI)

Años después, cuando yo trabajaba en la Editorial Arte y Literatura, él vino de visita y cuando me vio a distancia se hizo el que no me conocía (tal vez sus capataces segurosos le habían dicho ya que yo era persona no kosher, no aconsejable); entonces yo, delante de varios de mis colegas en la redacción de la editorial, le dije con voz bastante alta: "Hola, Mario Benedetti, ¿ya no me conoces?" Y entonces él puso su cara de ratón asustadizo y de oportunista miserable para elaborar una sarta de disculpas hipócritas. O sea, que me hizo lo mismo que les hizo a ustedes cuando los vio en España. Me sumo a ti en ese coro: que descanse en paz, y que la huella de su paso por el mundo se borre pronto...

2 comments:

Belkis Cuza-Malé said...

Gracias, amigo Pomar, por poner mi artìculo en tu blog, y tambièn el complementario de Reinaldo Garcìa Ramos.
Le he puesto un link en mi Facebook.

Mil gracias y bendiciones,

Belkis

Güicho said...

Nunca lo pase al Mario Pendejetti con su lírica guanajetti.