Saturday 8 November 2008

Socialismo reciclado: Criterios sobre un nuevo proyecto

Sobre la "restauración capitalista" como "desastre incalculable” según Pedro Campos

Por Miriam Celaya González, Centro Habana


[El proceso reformas raulistas ha dado todo de sí y "Paloma" se apresta a clavarle la cuarta puntilla natural en la actual temporada ciclónica al féretro de las esperanzas culinarias criollas. Dos augurios funestos a los que se añade una vaga esperanza llamada Obama. Suficiente para que, asumiendo por penúltima vez el papel de Laocoonte tropical enpiyamado en
Kaos en la Red, el incorregible Pedro Campos urja al irresoluto Raúl Castro a poner en práctica su esperpéntico proyecto de "socialismo del siglo XXI".

"Demoras son derrotas", alerta, citando a Martí, en
Obama y Cuba: socialización o pronta reversión. Desde su atalaya neomarxista, justo es reconocerlo, el camarada en retiro no deja de tener razón con sus galimatías alarmistas: la hambruna dobla ya la esquina. Por lo demás, descontando el factor Obama, el autor no hace más que repetirse. Buena ocasión, no obstante, para divulgar tardíamente el que es, amén de uno de los análisis más lúcidos sobre las tesis "revisionistas" de Campos, epígono cubano de los "filósofos" Heinz Dietrich (Alemania) y James Petras (USA)--, un ensayo que se le quedó en el tintero al Abicú y de buen grado habría firmado su envidioso Alter Ego. Tantas son las coincidencias...

Finalmente, existe un motivo adicional para recordar a la sagaz titular de sinEVAsión. A saber, nuestra inquietud por la suerte de la bloguera insular Miriam Celaya (¡fe de vida, por favor!), quien desde el 14 de octubre no ha vuelto a postear. ¿Sabe alguien por qué?


El Abicú.]


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Socialismo reciclado: Criterios sobre un nuevo proyecto

La insostenibilidad del sistema cubano es, para muchos, un hecho definitivo; no obstante, cuando aparecen documentos que avalan este aserto, emitidos desde sus propios defensores históricos, pudiera decirse que tal hecho se torna incuestionable. Tal parece ser el caso del muy llevado y traído trabajo de Pedro Campos (Cuba necesita un socialismo participativo y democrático. Propuestas programáticas. Presentación para su discusión pública al pueblo, a los trabajadores y a los revolucionarios cubanos, con miras al VI Congreso del Partido Comunista de Cuba), publicado en un sitio digital, que ha encontrado amplia cobertura en espacios de prensa y en círculos de opinión fuera de la Isla. [Foto: Karl Marx, Museo de Cera de Madame Tussaud, Berlín.]

No faltan los que apuntan que, procedente de los habituales fieles del gobierno -los “políticamente correctos”, los revolucionarios-, este proyecto es un signo que propiciaría las primeras transformaciones en la monolítica estructura económica del Estado, dando paso a los cambios subsiguientes. Es preciso, sin embargo, evaluarlo serenamente para darle su justo lugar: este no es sino otro programa virtual, surgido de la iniciativa particular de un grupo limitado de individuos, y no un paquete de medidas que el gobierno haya lanzado para su aplicación. De hecho, ni siquiera se ha reconocido oficialmente en Cuba la existencia de dicha propuesta. Un documento que evidencia que los mismos “ideócratas” del sistema se están reciclando en un intento por formar parte “desde arriba” de lo que resultaría de una transición que parece anunciarse difícil e impredecible, tanto en términos cronológicos (¿cuándo comenzaría a producirse realmente?, ¿en qué tiempo podrían considerarse superados los principales retos del cambio?), como en su propia esencia (¿a qué conduciría finalmente?)…

Heinz Dietrich sobre Cuba y el socialismo del siglo XXI



Ahora los revolucionarios, en una rampante muestra de oportunismo, se apropian de un lenguaje que apenas hasta ayer había sido considerado como subversivo por ellos mismos y por el gobierno que los prohijó, aunque se aseguran, a la vez, de mantener la vieja idea del “enemigo”, como elemento de contención ante posibles entusiasmos desmedidos. Este enemigo, por supuesto, continúa siendo el imperialismo y todo aquel cubano que proyecte ideas al margen de las aprobadas dentro de los límites que han sido establecidos antes por la revolución y, ahora, por Pedro Campos. Límites sospechosamente parecidos.

No deja de ser interesante, sin embargo, el análisis de las propuestas de Campos [foto], al menos para vislumbrar por medio de qué vías se propone salvar lo que parece insalvable. Uno de sus principales enunciados ataca directamente a la extrema estatización de la economía cubana: “Preservar la Revolución demanda progresar de la estatización a la socialización. De lo contrario, se ahondará la creciente contradicción entre los esquemas estatales de propiedad, trabajo asalariado mal pagado y centralización de las decisiones y la distribución del plustrabajo ( ) y el nivel científico, cultural y técnico alcanzado por los trabajadores cubanos y los medios de trabajo ( ); aumentará la lucha por controlar el plustrabajo entre el pueblo trabajador y el estado burocrático todo poseedor y decidor, que se lo apropia para usarlo a su buen entender y limita su control real por los auténticos dueños; y se profundizarán las dificultades económicas, el desinterés y el rechazo a ese "no-socialismo", con peligro de una plena restauración capitalista que para Cuba sería la anexión, la absorción de su cultura y un desastre incalculable para la nación y para el movimiento revolucionario internacional” (el subrayado es de la autora de este comentario).

Más allá de la retórica de manuales marxistas y del descubrimiento tardío de la inoperancia del sistema económico estatal, resultan confusos los postulados que cierran el párrafo. Es decir, al sostener que el capitalismo supondría necesariamente la anexión o la absorción de la cultura cubana, Campos parece ignorar la historia republicana de la Isla como nación independiente; e igualmente cae en el eterno vicio de sobredimensionar la importancia de Cuba para el mundo cuando sostiene que la “restauración capitalista” sería “un desastre incalculable”, no ya solo para la nación, sino también “para el movimiento revolucionario internacional”, movimiento éste de cuya existencia no se nos ofrece ninguna pista. (Foto: Calle de Centro Habana.]

En términos generales, esta nueva propuesta sigue siendo tan excluyente como lo ha sido el propio gobierno, en tanto no considera dignas de mención las opiniones e intereses de los “no revolucionarios” y “no comunistas” cubanos, aunque se atribuye la defensa de “los intereses de Cuba y de los cubanos”. Es así que, como el propio gobierno al que propone reformar, omite la realidad al negarse a reconocer la existencia de un amplio sector de la población cubana que no comulga con las ideas de la revolución y del comunismo.

Paradójicamente, Campos convoca a los “revolucionarios del mundo” a participar en el debate de su programa, actitud que sugiere la aprobación de una injerencia solo comparable con la injerencia imperialista que condena, y así ofrece a Cuba como el laboratorio experimental de cualquier revolucionario teórico del mundo, aburrido con su realidad social pero no muy interesado en cambiarla en su propio país, para que acuda a programar, junto a los revolucionarios nativos, el futuro de todos los cubanos.

Más adelante, Campos asegura modestamente que el suyo “No es un programa acabado, ni se intenta un nuevo esquema u otra camisa de fuerza, se busca el consenso que necesitan la República Martiana y la armonía en el funcionamiento de la sociedad”. Pero sí es una camisa de fuerza en tanto no se convocó desde la base para su concepción, sino a “un grupo de compañeros” que ni siquiera lo firman. Se niega el espíritu martiano porque esta propuesta nace desde posiciones de exclusión (¿dónde queda la república “con todos y para el bien de todos”?), por lo que no puede aspirar ni remotamente a un consenso para la armonía social.

Es una fórmula sectaria, idéntica a ciertos programas virtuales lanzados desde la oposición (con perdón de los opositores) que pretenden nuclear igualmente a todos los cubanos en torno a un líder o a una idea “superior”, que cree aportar las soluciones únicas y verdaderas de los problemas de todos. Campos, junto a sus compañeros, es el nuevo Mesías, uno más, más de lo mismo; salvo que éste surge de las filas de los revolucionarios, con mucho atraso respecto de los programas opositores y con muchísimo menos riesgo que aquéllos. No debemos olvidar que por postulados similares, o incluso más moderados, muchos cubanos son reprimidos, han guardado o aún guardan prisión en Cuba. [Foto: Agromercado habanero después del Gustav y el Ike.]

Quizás el plato fuerte del documento de Campos que motiva las expectativas de algunos optimistas sea la propuesta de sustitución de la propiedad estatal asalariada por la propiedad socialista de los colectivos de trabajadores y sociales (ver documento original), que –entre otros elementos- incluye el aporte del capital estatal o el capital extranjero en ciertos rubros de la economía. Este “capital”, claro está, nunca procedería de cubanos residentes en el extranjero, ni sería el que éstos pudieran facilitar a sus familiares en Cuba; los cubanos de la Isla y también los de la diáspora, seguimos siendo los desheredados, nunca favorecidos por ningún programa “revolucionario”.

Como es de suponer, en este programa se asegura que “Este proceso debería ser encabezado por el Partido y los sindicatos; pero la clase trabajadora no puede esperar a que, por su propia iniciativa, el aparato burocrático, hasta hoy mayoritariamente indeciso a discutir siquiera cualquier avance en esta dirección, le profundice su Revolución”. ¿De qué “sindicatos” habla Campos? ¿Acaso pretende ignorar que precisamente los llamados sindicatos se encuentran entre los más connotados nichos de burocracia en Cuba y que son, además, una prolongación de las instituciones del gobierno y no representan, ni de lejos, los intereses de los trabajadores? [Foto: Estraperlistas en La Habana.]

Esta visión, aparentemente proyectada desde una burbuja, no podrá menos que despertar recelo y desconfianza entre los propios trabajadores. Pero Campos se eleva sobre todos para señalar que son los trabajadores, los desposeídos (¡hay desposeídos en Cuba después de 50 años de una revolución hecha para que no los hubiese!) y la “pobrecía” (es decir, una enorme mayoría de los cubanos) “integrados en el Partido”, quienes deberán “encabezar la socialización” porque “de los trabajadores hay que aprender, no pretender educarlos”. Es, sin dudas, uno de los discursos más demagógicos que se puedan concebir.

En el punto 9 del programa queda claro que se sigue considerando como un hecho el apoyo incondicional y abrumador del pueblo a la revolución, al Poder Popular y a las viejas estructuras. Sin embargo, no es posible que Campos desconozca la escasa credibilidad de las votaciones populares en Cuba o la inoperancia de esas estructuras de gobierno. ¿En qué fundamentos basa ese supuesto apoyo “abrumador”? ¿En la asistencia masiva a las urnas? El éxodo constante de cubanos hacia el exterior, la apatía generalizada, la doble moral, la corrupción, son algunos indicadores que apuntan más bien a una creciente falta de fe en el proyecto revolucionario.

El punto 11 toca un aspecto sensible de la situación en Cuba cuando propone la actualización del código penal en correspondencia con la firma por parte del gobierno cubano de los Pactos de Derechos Civiles y Políticos y Económicos y Sociales. En ese sentido propone, por una parte, revisar cuanto antes “las condenas excesivas a detenidos por asuntos vinculados a cuestiones políticas”, mientras por otra sostiene que “la ayuda de gobiernos extranjeros dirigida a subvertir el orden establecido en la Constitución, debería ser declarada ilegal” y menciona igualmente como ilegalidades “las prácticas racistas, fascistas y otras contrarias a la vida” (¿?). Para Campos no son significativas otras prácticas discriminatorias, como aquellas que segregan y condenan a los individuos en virtud de diferencias de opiniones políticas.

Los cinco motores de arranque del siglo XXI
(sátira rupestre con Hugo Chávez)




En realidad, y apegados al espíritu de los Derechos Humanos cuyos Pactos firmara el gobierno en este propio año, cualquier condena por diferencias de opinión política debería considerarse excesiva. Por otra parte, en el programa se mantiene el condicionamiento oficial de determinar a su arbitrio lo que las autoridades asuman como “ayuda de gobiernos extranjeros dirigida a subvertir el orden”, un saco en el que se ha incluido a no pocos activistas opositores como pretexto para encarcelarlos o para desacreditar cualquier iniciativa independiente.

Quizás precisamente por eso Campos propugna el surgimiento en Cuba de “un sujeto económico”, pero no de un sujeto político. En su programa los hombres deberán dedicarse a la producción, en tanto la política seguirá siendo monopolio absoluto del Estado, lo cual niega los derechos que dice defender y excluye, en consecuencia, el derecho de asociación, de libre pensamiento y de libre expresión del mismo. Estas “modificaciones” las considera necesarias “para acentuar el espíritu socialista y martiano”, mezclando así, tendenciosamente, dos términos que han contribuido a la consolidación de una falacia. Martí nunca fue socialista.

Otras aseveraciones resultan casi risibles, como es la propuesta de “democratizar el partido”, lo que incluiría “admitir la existencia de opiniones y tendencias diversas mientras todas defiendan el poder de los trabajadores y el socialismo”, como forma de evitar que se imponga “la falsa unanimidad”. Le faltó a Campos ofrecernos la fórmula para comprender cómo se puede democratizar un partido que se considera el único y a la vez evitar la falsa unanimidad. El unipartidismo en sí mismo es la negación de la democracia y la consagración de la falsa unanimidad.

Podría comentar aquí otros muchos puntos oscuros del programa de referencia, pero no creo que deba abusar de la paciencia de los lectores. Soy de la opinión que un verdadero proyecto para Cuba deberá surgir de todos los cubanos, lo cual solo será posible cuando estemos en capacidad de organizarnos y agruparnos libremente para expresar nuestras ideas y debatir civilizadamente -sin exclusiones, sin imposiciones, sin acotaciones y sin violencia- y elegir juntos nuestro propio destino. El camino es largo y accidentado, pero es el más seguro para garantizar resultados permanentes. [Foto: Raúl Castro flanqueado por Ricardo Alarcón y Abel Prieto (con barba) presenciando la función inaugural del XX Festival Internacional de Ballet de La Habana.]

Solo me restaría mencionar el colofón de su texto: una invocación, a la vez laudatoria e implorante, al gobierno. Dice Campos: “La dirección del país debe entender que somos un pueblo culto gracias a la Revolución y que su misión no es imponerle paradigmas, sino asumir sus intereses y convertirlos en políticas y en leyes: Mandar obedeciendo”.

Un planteamiento que parte de otra gran falacia porque los cubanos no somos un pueblo culto. Un pueblo verdaderamente culto no se deja arrebatar los derechos, sobre todo los derechos cívicos y políticos, pilares permanentes de la cultura de una nación. Un pueblo culto no permite que un gobierno decida impunemente por él su destino histórico.

Un pueblo no puede ser culto si no tiene libre acceso a la información. Tampoco una democracia se puede erigir sobre los términos de mandato y obediencia, sino sobre los de gobierno y leyes: un gobierno democráticamente elegido y un pueblo con capacidad para exigir de su gobierno. Por demasiado tiempo ya se ha negado el espíritu martiano que tanto se invoca, gobernando a esta nación cual si fuera un campamento. [Foto: Huracán "Paloma", al cierre con categoría 4 en la escala Saffir-Simpson, rumbo a las provincias centrales.]

4 comments:

Pipo Ruy said...

querido, algunos consejos para ti en mi blog

Anonymous said...

vean en el herald
WILFREDO CANCIO ISLA: Doce años de Encuentro. Articulo especial para los abicues del patio.
frag...
...La trascendencia de Encuentro como proyecto cultural se ha verificado estos años en su pluralidad. Abriendo sus páginas a todos los creadores cubanos con independencia de su lugar de residencia o postura ideológica; homenajeando a cineastas y poetas, arquitectos y pintores, dramaturgos e historiadores, muchos de ellos ninguneados u olvidados por la cultura oficial o en los predios del exilio; estimulando polémicas desde las posiciones menos reconciliables; en fin, situando siempre por encima de sectarismos geográficos, gremiales y estéticos, el auténtico quehacer cubano dondequiera que se manifieste.

De ahí que Encuentro se convirtiera pronto en espina, reto y blanco de ataques para el gobierno cubano. Que una publicación de exiliados rebase el tradicional posicionamiento de la ''cultura escindida'' para colocar en un mismo mapa de reconocimiento a personalidades como Tomás Gutiérrez Alea y Gastón Baquero, Abelardo Estorino y José Triana, Fina García Marruz y Lorenzo García Vega, Ramiro Guerra y Nicolás Quintana, Guillermo Cabrera Infante y Antón Arrufat, Carlos Victoria y Reina María Rodríguez, es un desafío contundente a la hipocresía de un régimen que ha sustentado su política cultural en el descrédito y la anulación de los ''valores descarriados'' del tótem castrista.

A partir de ese ejercicio democrático de la información y la cultura, la revista impresa y su versión digital, el diario Encuentro en la Red --nacido en el 2000-- ha desatado feroces embestidas de los funcionarios y los escribas oficiales del régimen, que se han volcado a fustigar las fuentes del financiamiento de ambas publicaciones para atribuirles una ''dependencia imperial'' y el archiconocido ''vínculo con la CIA'', en una estéril batalla por desprestigiar al mensajero y eludir el mensaje. Una estrategia de contragolpe que también ha sumado a fieles amanuenses del castrismo desde el extranjero.

Porque los 50 números que ha logrado eslabonar Encuentro no son otra cosa que ventanas sobre el muro de la insensatez y la intolerancia. Ventanas por las que circulan aires de futuro.

La presentación del número 50 de Encuentro de la Cultura Cubana se realizará este jueves, a las 8 p.m., en el Centro Cultural Español de Miami, situado en el 800 Douglas Rd. Suite 170, Coral Gables, con entrada gratuita...

Anonymous said...

Rusia otorgó a Cuba un nuevo crédito de más de $20 millones de dólares...........
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I LOVE MISHA BEER

Anonymous said...

Saludos,

Un mensage rápido, si me cogen en está ” Gracia” me costara caro.

La UCI, tiene como tarea política principal participar en todas las votaciones dondé compité Generación y, con el objetivo de que no pueda seguir avanzando.

Llevamos muchos dias en el empeño, pero tiene adectos en todas partes , lo mejor sería insistir en los premios que otorgan los jurados. Aqui estamos en guerra Cibérnetica.

No podré leer sus opíniones pero:

Viva Cuba Libre y Demócratica.

Buena suerte a todos, y hasta que pueda ” Volver”